lunes, 25 de marzo de 2013

Para Julio en marzo





Nadie leyó su estrella aquel día de marzo hace ya 110 años. Pero para su padre, un simple sastre y su madre una irlandesa de la que desconozco cómo arribó a Cuba, la llegada fue todo un acontecimiento.

Nadie leyó su estrella pero como siempre ocurre con los héroes su paso sería fugaz por la tierra. Nadie leyó su estrella, pero este joven mestizo con aspecto de semidios marcaría la historia de Cuba en solo 26 años.

Nadie leyó su estrella, pero uniría dos generaciones, crearía un partido político, desafiaría la mojigatería moral de principios de siglo. Glosaría al Apóstol, sería comunista cuando más polémico y problémico (si se me permite) eran el término y la condición. Cambiaría la Universidad, revolucionaría revoluciones, crearía una revista del alma, una organización que hoy se debate en la precariedad y el peligro de la juventud avejentada.


Nadie leyó su estrella, pero de haberlo hecho habrían anticipado que el destino le depararía amores intensos, una vida agitada y una muerte violenta pero fértil.

Nadie leyó su estrella, pero no era necesario y tal vez habría sido inútil.  Ahora enmarcarlo en discursos de yeso y carbón lo desnaturaliza. Celebrar su nacimiento sin saber quién fue a ciencia cierta, más allá de bustos, estatuas, conmemoraciones, hermosas imágenes de fotógrafas musas amantes iluminadas es desmerecer a Julio, a Nicanor, a Mella.



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