Y mientras veía dormir a mi sobrino en el sofá, con la placidez de los inocentes y de los irresponsables autorizados....pensaba en los vecinos de la acera de enfrente, la prole de los mayimbes, sin techo y con más niños que una creche. ¿Dónde estarán durmiendo a las cuatro de la mañana en medio de este aguacero rabioso?
¿Y Gisela, la viejita de al lado, con solo la mitad de la casa techada? ¿A dónde habrá metido los muebles añejos, que sabe Dios que ancestros le heredaron, y los tarecos nuevos que si pierde ahora jamás podrá comprar nuevamente?
Mientras seguía lloviendo afuera y ponía cubos y calderos bajo las goteras, me dolí por mis noches de sueño cálido en medio de la lluvia, ahora perdidas; pero más me dolió pensar cómo la lluvia, bendición de la naturaleza, llegaba como una maldición a la ciudad.
Amanecer, entre sol y nubes amenazantes, no va a parar de llover, el día seguirá nublado. Santiago de Cuba estará más limpia del polvo de tanto escombro y material de construcción, el verde de sus estrenados jardines y sus árboles sobrevivientes será más vivo, pero la lluvia será como una venganza, un mal terrible, un castigo.
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