jueves, 25 de abril de 2013

Alfredo Guevara: Palabras para un amigo

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Por: Ada Elena Lescay González.

Cuando uno tiene veinte años la vulnerabilidad física no constituye una preocupación. La muerte se nos muestra en un marco temporal tan lejano que sólo es percibida desde el escarnio o la metáfora. De modo que cuando llega la noticia de una despedida absoluta, aferrarse a la vida y sobre todo a los hechos se torna inevitable. 

 La muerte de Alfredo Guevara ha sido la confirmación de que el tiempo biológico se nos va, pero ha sido también la aseveración de que se puede ser militante mientras este pase. Él mismo decía en una entrevista que el curso de la vida es un despilfarro o un atesoramiento, nada más atinado para nosotros los jóvenes. 
 

La mayor parte de su vida Alfredo Guevara emprendió los caminos de pensamiento y acción asociados al logro de la autenticidad y conservación del proyecto revolucionario cubano. Su labor como intelectual lo llevó a la gestación, junto a otros artistas de vanguardia, de una industria cinematográfica que respondiera a las nuevas condiciones históricas en la que la libertad y la armonía espiritual del individuo serían la meta. Es así como funda el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficas, que serviría de motor impulsor para el posterior nacimiento del Festival de CineLatinoamericano, eslabón esencial en la alianza cultural de los pueblos que van desde el Rio Bravo hasta la Patagonia. 

Sus escritos son el testimonio de un estudioso de las esencias humanas, de un defensor del amor, el respeto y la autonomía; sólo habría que recordar una frase de su libro Revolución es lucidez cuando dice: ´´Porque el hombre es un Dios que llega ciego. Ciego deja de ser cuando la libertad descubre´´. Más adelante expone: ´´Es el hombre real aquel que se respeta, aquel que su riqueza intrínseca respeta, el que respeta al otro y lo ama porque sabe, que es el depositario de igual imagen y de igual conciencia´´.


Nosotros, los jóvenes de la Universidad de Oriente tuvimos la inefable oportunidad de dialogar con él en el segundo Foro Social Universitario correspondiente al año 2011, encuentro en el que la historia y la contemporaneidad asumieron una sincronía como la que exigen los nuevos tiempos. En esa ocasión Alfredo decía que lo que podía salvarnos era el amor hacia todo lo que decimos y hacemos, que tiene que mucho ver con su criterio de militancia, asociado a la pasión o la entrega en la defensa del pensamiento. Recuerdo que ese día dijo, casi sentenciosamente: no creo en la competencia, creo en la autenticidad. A eso nos convoca nuestro contexto: a pensar y actuar desde nuestras raíces.


domingo, 7 de abril de 2013

Leer no es torturar(se)


Que la Feria Internacional del Libro sea el suceso cultural de Cuba no me importa.

Aprecio el hecho de que millones de personas acudan en masa a compar millones de ejemplares. De hecho, me parece maravilloso que la gente se marche a casa cargada de libros que quizás no lea pero que  constituyen una provocación,  una tentación, están ahí por si algún día ellos, sus cohabitantes o la siguiente generación de habitantes y cohabitantes de ese domicilio se deciden por el sagrado acto de la lectura frente a otras fuentes de ocio y saber contemporáneas.

Y la Feria del Libro no me importa porque considero comprar libros como un hecho cotidiano que no requiere de una temporada o una orden de arrancada. 

No puedo permitirme adquirir un libro a diario, no soy nada facultosa. Sin embargo, darme una vuelta por las librerías, acariciar la idea de comprarlos, calcular cuándo podrá ser y mientras tanto conformarme o torturarme con la lectura de fragmentos, tratar de saber el título del libro que alguien junto a mi lee, son algunas de mis prácticas literarias más habituales.

Pedir, o más bien, rogar prestado algún título, afiliarme a bibliotecas, consumir películas basadas en obras literarias es un hobbie, cuando un libro es inaccesible.....o una buena motivación para perseguir algo nuevo que leer.

Confieso que la lectura pantalla de computadora mediante, no me apasiona pero si una vez me leí 6 de siete Harry Potters, en realidad ocho, es una opción a la que no renunciare del todo.

Siendo una lectora ávida que ha traicionado muchas veces su pasión con el mundo multipantalla, no sé si tengo derecho a lamentarme por la manera en que la lectura dejó de ser un placer habitual, una necesidad, para convertirse en una tortura o un deber molesto.

Tengo algunas anécdotas que ilustran como leer se ha convertido en un fenómeno extraño, en la práctica de una cofradía de freakis. 

Hace pocos días mientras leía El corazón helado de Almúdena Grandes, un libro especialmente voluminoso, alguien de visita en mi casa me preguntó si era religiosa. Definitivamente supuso que solo alguien con una ardorosa fe se leería tamaña cantidad de páginas, y solo un texto sagrado podría tener tanto para abarcar.

Otra historia especialmente desconcertante: Voy en el tren, es julio o tal vez agosto... frente a mi un niño de quizás 7 u 8 años, ya no recuerdo, junto a su madre... estoy maravillosamente sola junto a un libro, nadie me molesta mientras leo, no tengo que interrumpir la lectura... de repente el niño pegunta con la cruel inocencia de la infancia: Mami, ¿por qué ella está leyendo si estamos de vacaciones?


Triste que la lectura sea solo una obligación incómoda de periodo lectivo. Yo que me desespero porque lleguen las vacaciones para leer a placer, para complacerme con todos esos libros que me esperan y que he aplazado por culpa de los deberes realmente incómodos de los días laborales.
Cierto que muchas veces, a diario, leer es un deber, ¡pero jamás dejó de ser una fiesta innombrable, un placer, una catarsis!

Me apena el espíritu de quienes no leen, de quienes no quieren o desprecian leer. Incluyo aquí los que leen toneladas de novelas rosas o malos libros o libros solo con ilustraciones...........y me confieso fan a muerte del manga y de los libros de historietas pero necesito ir más allá. 

No sé..... supongo que tengo que tener fe en el mejoramiento humano y pensar que de algo servirá que cada año el país se gaste millones de pesos, tale millones de árboles o importe millones de toneladas de papel en libros que saciarán el apetito, no de millones de polillas, sino de millones de personas.

Deberé tener fe en el mejoramiento humano y suponer que en algún momento la comunicación de bien público funcionará y más gente asumirá que leer es una buena opción, como dice el ignorado spot de la Televisión Cubana.